¿Puede acaso
alguien escapar de su pasado? Al parecer, según la más reciente pieza de David
Mamet estrenada en España, no. Sobre todo si se es viejo, millonario, en una
relación idílica con una joven y hermosa mujer y se ha apostado por el
candidato equivocado en las próximas elecciones a gobernador del estado donde
has levantado tu fortuna.
Se trata de “Muñeca
de porcelana” (“China Doll”, su título original), dirigida por Juan Carlos
Rubio e interpretada por José Sacristán y Javier Godino.
Mickey Ross
es un viejo zorro de la política ya en retirada. Millonario, arrogante y con un
oscuro pasado. A poco de comenzar el espectáculo nos queda claro que lo que ha conseguido es gracias a medrar en el poder, de haber tejido un enrevesado entramado de engaño y
corrupción. Pero está decidido a dejar todo aquello atrás y disfrutar
de su riqueza, alejado de las turbulencias
del poder, los días que le restan por vivir. Borrón y cuenta nueva como suele decirse. De ahora en adelante sus
días enteros serán en exclusiva para la señorita Pearson, la joven y hermosa
británica de la que está perdidamente enamorado y a quien le acaba de comprar
un avión como regalo de bodas. Ha planeado reunirse con ella en Toronto y de
allí recorrer el mundo en su nuevo jet privado. No obstante, de un pasado como
el que él ha vivido no es fácil librarse. Su mundo empieza a desquebrajarse al
recibir una llamada telefónica relacionada con el jet que acaba de comprar y de
forma acelerada los acontecimientos irán complicándose más y más hasta
acorralarlo en un callejón sin salida.
El proceso
de asistir al desmoronamiento de su mundo, de descenso a los infiernos que
experimenta en carne propia a lo largo de la pieza Mickey Ross, el personaje
principal de “Muñeca de porcelana”, es uno de los más violentos, vibrantes y apasionantes
que recuerde. En menos de 24 horas Ross pasa de la gloria al fango. Y como en
las buenas historias, durante ese trayecto, estará obligado a tomar una decisión
tras otra. A mí particularmente me encanta este tipo de historias en la que
sus personajes son llevados al límite, bajados de un tirón del cielo al
infierno, y Mamet es un maestro escribiéndolas. En mi galería imaginaria de
personajes imaginarios, ya Mickey Ross forma parte de esos otros desgraciados de
la literatura universal que, por una decisión aparentemente baladí, más
adelante son empujados a tomar importantes decisiones mientras ven hundirse el
mundo que han construido a su alrededor… Como Macbeth, como Willy Loman, como
David Lurie o como Edmond –salido también de la imaginación y la pluma de Mamet–,
por enumerar sólo a esos pocos que se me han venido enseguida a la cabeza.
A
continuación, un par de las perlas que suelta Ross durante los 75 minutos del
espectáculo: “El mundo está lleno de gilipollas y muchos de ellos con derecho a
voto”; “La política consiste en nadar en la mierda para buscar el dinero de
otros”. Sentencias que encierran una evidente declaración de
principios. Política, economía, medios de comunicación subidos en un fórmula 1 que
atraviesa a todo gas el circuito de la ciudad de Mónaco. En fin, Mamet en estado puro.
La
interpretación de Sacristán como el inescrupuloso y antipático Ross es
soberbia, mayúscula. Con cada palabra, cada gesto –por ejemplo, ese aséptico
gesto de coger de tanto en tanto una toallita de papel con la excusa de limpiar
algo: sus manos, los zapatos, el borde del escritorio– borda el personaje y nos
lo hace cien por ciento creíble. Rodolfo Santana solía decir que los personajes
eran principalmente su pasado, que a mayor pasado más complejos e interesantes resultarían
a los ojos del espectador y Ross posee mucho de esto y, desde luego, con las
tablas que lleva a la espalda, Sacristán sabe cómo sacarle provecho.
Javier
Godino cumple de manera correcta con su rol. Su personaje es de soporte, Mamet
lo ha puesto allí no como el típico antagonista de una pieza para dos, sino
como el ayudante o asistente a la presidencia de las empresas de Ross que es. Ni
más ni menos. En contraposición a Ross, Carson es un personaje sin pasado. Los
antagonistas de Ross están fuera de escena, en algún lugar más allá de las
paredes de ese despacho decorado con sobriedad y elegancia, al otro lado de las
líneas telefónicas que no paran de sonar y utilizar ambos personajes. “Muñeca de
porcelana” bien pudiera haber sido un monólogo si es que a Mamet le interesara
escribirlos. En ocasiones su estructura dramática me ha recordado a esa otra excelente
y provocadora pieza que es “El ángel de la culpa”, de Marco Antonio de la
Parra.
En cuanto a
la dirección de Rubio, ha hecho lo que creo debe hacer un director de
teatro cuando dispone de un buen texto y buenos actores: permitir que ellos
sean los protagonistas. Fijar y cuidar del ritmo que sugiere el texto y dejar entonces
que la orquesta suene.
Detalle, por supuesto, que agradecemos enormemente los espectadores.
*La imagen que acompaña al post es cortesía de Sergio Parra
Detalle, por supuesto, que agradecemos enormemente los espectadores.
*La imagen que acompaña al post es cortesía de Sergio Parra