martes, 25 de marzo de 2008

Estreno de Cuando seamos grandes


Aunque niños se nos permita ser
tan sólo una vez en la vida
el sueño vivirá en nosotros
como el grano de pan en la espiga


Cuando seamos grandes
de Víctor Vegas

Del 29 de marzo al 4 de mayo

Con las actuaciones de Paola Baroferre, Gleison Medina, Oriana Nigro, Zammy Giménez, José Alberto Blanco, Kaoru Yonekura y la participación especial de la niña Verónica León.

Produce Teatro San Martín de Caracas/TextoTeatro
Dirección de Jennifer Morales
Sábados y domingos, 3:00 pm

Sala Principal del Teatro San Martín de Caracas.
Av. San Martín c/Pte. 9 de Diciembre, estación metro Artigas.
Telf. (212) 4512161/3772526
Estacionamiento privado al lado del teatro

miércoles, 19 de marzo de 2008

La música de las palabras

Ya sea en la música o en la ficción, lo principal es el ritmo. Tu estilo tiene que tener un ritmo bueno, natural, firme, o la gente no va a seguir leyéndote. Aprendí la importancia del ritmo de la música, y especialmente del jazz. A continuación viene la melodía, que en literatura viene a ser un ordenamiento apropiado de las palabras para que vayan a la par del ritmo. Si las palabras se acomodan al ritmo de una manera suave y bella, uno no puede pedir más. Lo siguiente es la armonía; los sonidos mentales que sostienen las palabras. Luego viene la parte que más me gusta: la libre improvisación. A través de algún canal especial, la historia fluye libremente desde el interior. Todo lo que tengo que hacer es sumergirme en la corriente. Finalmente viene lo que quizá sea lo más importante de todo: esa elevación, esa emoción que uno experimenta al completar su “interpretación” y al sentir que ha alcanzado un lugar nuevo y significativo. Y si todo sale bien, uno consigue compartir esa sensación de elevación con sus lectores (su audiencia). Es una culminación maravillosa que no puede obtenerse de ninguna otra manera.

jueves, 13 de marzo de 2008

Fútbol y literatura


Desde hace algún tiempo me ha dado por comparar el fútbol y la literatura. Dos de las muchas pasiones que me atraviesan, que me corroen, que me trastocan...

En países donde el fútbol es más que una pasión, una manera de afrontar la vida, como Argentina o Brasil, mis compañeros de trabajo se asombraban al oírme hablar de ese deporte y me decían, “pero ¿es que a los venezolanos les gusta el fútbol?”.

Eso fue siete u ocho años atrás, en la época cuando era infeliz y no lo sabía... Tal vez ahora, con la evolución que ha mostrado la vinotinto en los últimos tiempos, mis ahora ex compañeros de trabajo piensen de manera distinta. Ojalá.

Pero es de fútbol y literatura que quiero hablar.

Como en el fútbol, el talento en literatura es importante, aunque no lo más importante. En ambos lo más importante es la disciplina. Sin disciplina, un futbolista o un escritor, por más talento que derroche, no tendrá un mañana.

El suceso más maravilloso en fútbol es el gol. Todo futbolista (hasta los arqueros) ha soñado alguna vez con hacer uno. Sin embargo, no todos están llamados a esa gloria. Dependerá mucho de las habilidades innatas en cada cual y de los designios de un señor llamado director técnico. El jugador de fútbol debe tener conciencia sobre cuál posición se ajusta más a sus habilidades o características para entonces conocer todo acerca de ella y tratar de ser el mejor en su estilo. De la misma forma un escritor debe conocer sus habilidades, saber qué género le calza mejor y tratar de conocerlo al máximo. No todo los escritores pueden ser a un mismo tiempo novelistas, poetas, dramaturgos, cuentistas, ensayistas, etcétera. Desde luego se dan algunos raros casos de escritores extremadamente versátiles, pero como en los jugadores de fútbol, esa no es la regla si no la excepción.

Una vez que el futbolista conoce en qué posición funciona mejor, debe pulir su técnica. Sin técnica y sin disciplina no hay mañana. Si logra conjugar talento y técnica entonces destacará en la cancha. Es lo ideal pero de nuevo ésta es la excepción y no la regla. Hay muy pocos jugadores en el mundo que lo logran. Son los cracks. Y un crack no nace todos los días. Sin embargo el fútbol necesita de los crack como de los jugadores técnicos. En literatura pasa exactamente igual.

El azar, o esa cosa que algunos llaman suerte, juega un papel relevante en ambas disciplinas. Tanto en un juego particular para un futbolista, como en una determinada obra que escribe un escritor. No importa lo mal o bien que se juegue en la cancha, o la dedicación y cuidado que se tenga al escribir una obra, el factor suerte siempre estará acechando a la vuelta de la esquina para colaborar en nuestro éxito o hundirnos en la desgracia.

Al igual que un futbolista requiere de la vitrina de un equipo para mostrar sus habilidades en el oficio, un escritor requiere de una editorial para dar a conocer su trabajo. Y aunque el futbolista debute en un equipo modesto, siempre tiene en mente o aspira a ser parte de un equipo grande; tan grande como su ambición se lo permita o exija. De igual manera el escritor debe aspirar a colocar su obra en la editorial que la haga llegar a más lectores. Desde luego esto suele hacerse de manera escalonada, porque sería muy ingenuo creer que un futbolista que se inicia pueda jugar en el equipo de primera del Real Madrid o del Milan, por ejemplo.

Un futbolista, aun cuando no tenga compromisos a diario con su equipo, entrena todos los días. El escritor también, aunque no trabaje en una obra particular, debe escribir todos los días. Y cuando digo escribir, no quiero decir crear un texto nuevo, porque revisar y corregir es escribir. Por supuesto la lectura es parte del imprescindible entrenamiento cotidiano de cualquier escritor.

Mientras corre de un lado a otro la cancha, un futbolista sabe que cuenta con personal especializado (médicos, masajistas, etcétera) en caso de llegar a necesitarlo. Los diccionarios (de sinónimos y antónimos, de dudas y dificultades, etcétera) representan ese personal especializado para el escritor. Nunca deben faltar sobre su escritorio a la hora de recorrer de arriba abajo la página.

Hay muchas más comparaciones entre fútbol y literatura que he venido acumulando con los años, pero tal vez ésas sean parte de otro post. Uno futuro que todavía no sé cuándo escribiré pero que desde ya me ha comenzado a guiñar el ojo.

sábado, 8 de marzo de 2008

En el Día Internacional de la Mujer

¿Acaso se celebra el Día Internacional del Hombre?

Cuado ya deje de celebrarse nuestro día como ahora, entonces habremos avanzado un poco más en el camino hacia la homologación de los derechos de la mujer.
Victoria Rhode

viernes, 7 de marzo de 2008

Vuelve COMEGATO de Gustavo Ott


COMEGATO
"La fácil decisión entre democracia o crimen"
Premio Nacional Casa del Artista (Mejor Obra, 1997), Premio Municipal de Teatro (Mejor Obra, 1997), Premio Municipal de Teatro (Mejor Director, 1997)
Escrita y Dirigida por Gustavo Ott
Con
RUBÉN LEON - VERÓNICA ARELLANO - DAVID VILLEGAS
¡¡¡¡TEMPORADA ESPECIAL POR GIRA INTERNACIONAL: SÓLO 6 FUNCIONES!!!!!
DESDE EL 7 DE MARZO
COMEGATO fue estrenada en 1997 en la Sala Principal del Teatro San Martín de Caracas. Participó luego en el 2002 en los Temporales Internacionales de Puerto Montt (Chile), Lluvia de Teatro de Valdivia y en el Festival Internacional de Aguimes, Canarias, España. También realizó una gira por Dinamarca —Copenhague, Ejsberg, 2003; Festival de Teatro de Stuttgart 2003 y Festival Latino de Washington/Teatro de la Luna, 2003.
COMEGATO es la historia de dos hermanos y un amor. Pero también es una historia sobre el fracaso, el crimen y la traición. Una traición que parte de ser filial y conyugal para convertirse en la traición al país y a su sensibilidad. Y todo ocurre sobre esos inmensos y peligrosos tanques de gasolina que, como una bomba de tiempo, esperan el cigarrillo equivocado que descubra al verdadero protagonista de esta nación. Los personajes caminan sobre esa bomba de tiempo en la que descansa una sociedad que apuesta por la superficialidad para poder desprenderse, aunque sea de manera ficticia, de su peligrosa realidad. Entre el éxito fácil y la cotidianización de la inmoralidad, en COMEGATO el tiempo se devuelve, es una cuenta atrás, como en los detonantes de bombas, en esa carrera ciega hacia el número cero. Y la pregunta sencilla con respuesta fácil a un íntimo dilema: ¿democracia o crimen?

jueves, 6 de marzo de 2008

Arrogancia y poder *


Ocurrió a finales de 1992. En aquella época yo tenía 25 años y unas ganas enormes de comerme el mundo. En mayo habían coincidido dos hechos que me cambiaron la vida: un título de Ingeniero en Informática y un contrato en una compañía codiciada por varios compañeros de promoción.

La empresa era filial de una corporación transnacional —número tres a escala mundial— dedicada a la manufactura y comercialización de bebidas alcohólicas. Una planta industrial a 45 minutos de Barquisimeto. Luego de tres meses de prueba, ingresé formalmente como analista-programador en la gerencia de IT, lo que conllevaba otros retos y responsabilidades. Uno de ellos fue instalar un nuevo programa en la sucursal de Caracas, adonde nadie le gustaba ir, tal vez porque quedaba en el mismo edificio de la oficina matriz, a un paso de los despachos de la plana mayor.

Recuerdo que aquel día viajé a Caracas la noche previa. Según lo planificado, llegué temprano a las oficinas. Le informé de mi actividad a los usuarios (en realidad una, la asistente de administración, la única que conocía el sistema) y comencé a hacer mi trabajo. De acuerdo a mis cálculos no me llevaría más de 30 minutos. El asunto es que, antes de empezar, fui objeto de presiones porque yo no podía, “arbitrariamente” —así dijeron—, detener la facturación. Primero fue la administradora de la sucursal, luego la gerente. Como ninguna logró influir en mi determinación acudieron a instancias superiores. En menos de 10 minutos tuve enfrente a la directora de operaciones. Una mujer alta, delgada, hermosa, de unos 35 años. Sin inmutarme le dije lo mismo que le había dicho a las otras mujeres: “mientras instalo, nadie puede usar el sistema”. Ella me dejó terminar, sonrió, dio media vuelta y se marchó. Poco después recibí una llamada de mi jefe ordenándome que abortara el plan y retornara a la planta.

Durante el viaje de regreso, además de frustrado, me sentía indignado. Incluso pensé en renunciar en cuanto viera a mi jefe. Y eso hice. Pero él me persuadió para que no le diera importancia al incidente y lo olvidara.

No volvería a pisar la oficina matriz sino hasta mucho tiempo después, cuando la directora de operaciones dejó de prestar sus servicios en la empresa y su posición fue ocupada por otra persona. Sin embargo, en cierta ocasión, la encontré en la oficina de mi jefe, que ahora tenía despacho en Caracas. Al verme entrar él le preguntó que si me recordaba. Para mi sorpresa ella dijo que sí. Que era el arrogante que en una oportunidad intentó contrariarla. Yo sólo intentaba hacer mi trabajo, dije. Ella sonrió y dijo que también era importante que aprendiera a relacionarme con el poder.

Confieso que todavía no lo he conseguido.

*Publicado en el número 9 de la revista Clímax, agosto de 2006.